domingo, 5 de abril de 2009

Caminata por Taormina

Por Mildred Rivera Marrero

El puerto comercial y las calles densamente transitadas por las que entramos a Catania, Sicilia, difieren marcadamente del paisaje rural que veríamos en ruta a la ciudad de Taormina.
No obstante, un denominador común de las diferentes historias regionales de esta isla italiana es la convivencia con el volcán activo Etna, cuya destrucción requirió la reconstrucción de Catania hace cerca de tres siglos y cuyas constantes emisiones de humo y ceniza mantiene cubiertas con tizne las estructuras, plazas, calles y monumentos.
Desde la carretera que nos llevaría a Taormina, el Etna -con sus 10,900 pies de altura- se ve poco amenazante, aunque no parece ser tan inofensivo para la comunidad que vive cerca. A lado y lado, árboles de china, mandarinas, olivas, limón y arbustos de cactus refrescan nuestra vista.
Finalmente llegamos a Taormina, una ciudad amurallada, construida sobre el monte Tauro a 656 pies sobre el nivel del mar en el siglo XXI antes de Cristo. Entramos por la puerta Catania que, junto con las puertas Messina y Domino, permite el acceso al interior. Luego de admirar un mosaico bizantino de la imagen de la Virgen con el niño Jesús sentado en su falda, comenzamos la caminata por la calle principal, Corso Umberto.
Los edificios de lado y lado dan cuenta del legado de las invasiones de los pueblos romano, bizantino, árabe, normando, aragonés, español y borbón. Los monumentos, así como las antiguas mansiones que se precian de exhibir coloridas flores en sus balcones, nos llevaron a la vía Teatro Greco y de ahí, al Teatro Grecorromano.
Es el principal monumento de Taormina. Fue construido en el siglo III antes de Cristo bajo el dominio griego, y en la época romana fue transformado para que fuera sede de juegos circenses y torneos de gladiadores. Está orientado hacia el sur y tiene un diámetro de 357 pies.
Las paredes desnudas y truncas del Teatro dejan a la vista las piedras y los ladrillos con la que se construyeron y los pedazos de frisos y las columnas partidas dan cuenta del paso del tiempo. Pero, al mismo tiempo los huecos o claros entre las ruinas permiten apreciar una impresionante vista de la bahía Naxos en el Mediterráneo, que los romanos llamaron el Mare Nostrum, así como del volcán Etna.
Ese recinto se convirtió en el lugar de reunión social para escuchar los acordes de antiguas orquestas, danzar, y ver piezas teatrales. Inicialmente, las gradas de piedra llegaban bien cerca del escenario o proscenio, pero los romanos quitaron las primeras filas para hacer más espacio en el área de la arena, entre otras modificaciones.
El proscenio está bastante bien conservado o, al menos, los restos ofrecen una idea bastante clara de cómo lucía. Entre sus ruinas se descubren nichos, en los que debieron haber estatuas y columnas montadas sobre un piso que, en su parte inferior, tenía las puertas por las que aparecían los personajes de las obras.
En la parte superior de las gradas, quedan vestigios de la doble pared de arcos que rodeaba el semicírculo del teatro y que creaba un pasillo para entrar o salir del lugar.
Conocer la historia del lugar enriquece la visita, que no sólo debe aprovecharse para admirar la antigua arquitectura y el legado de estupendas civilizaciones, sino para sentarse a admirar la belleza del lugar y de la vista que se domina desde allí. Además, para imaginar cómo debe ser uno de los espectáculos artísticos que se celebran allí hasta nuestros días, si es que no se tiene la oportunidad de coincidir con la celebración de un evento en el lugar.
Nuestra visita siciliana culminó con broche de oro. El barco cruzó el Estrecho de Messina, que separa Sicilia de Italia, y que en su parte más estrecha tiene un ancho de tan sólo 1.8 millas. Desde allí pudimos observar claramente parte de la región itálica de Calabria, ubicada en la punta frontal de la “bota” que forma Italia.
En el Estrecho hay tres remolinos que, cuando no se conocen a cabalidad, provocan accidentes, y que dieron origen a toda suerte de leyendas entre los pescadores, principalmente de que había dos monstruos que comían gente. Para pasar de forma segura por el Estrecho, las autoridades portuarias del lugar guiaron al personal del crucero desde una embarcación pequeña que señalaba la ruta.
En la noche, llegó la sorpresa final cuando el ms Zuiderdam pasó justo frente al volcán en erupción Stromboli, ubicado en un isla al norte de Sicilia del mismo nombre. Las chispas anaranjadas rallando en el rojo fogoso que despedía con fuerza nos hicieron la noche, mientras disfrutábamos de un festín de postres de chocolate en la cubierta de la embarcación.Comentarios a mrivera1@elnuevodia.com
No debe perderse en Taormina
• La “granita” o un sorbete de limón.
• Mantecados de frutas frescas.
• Cannoli o cannolo, postre típico siciliano que se caracteriza por ser una masa en forma de tubo rellena con queso ricotta y a veces de mascarpone.
• Joyería de piedra de lava, de aspecto negruzco.
• Cerámica pintada a mano.
Otros puntos en Taormina
• Palacio Corvaia (siglo XV), sede del primer parlamento siciliano.
• Catedral (siglo XIV).
• Odeón, pequeño teatro romano ubicado en el centro de la ciudad.
• Naumaquias, ruinas de una obra romana que tenía una enorme cisterna.
• Abadía vieja, monumento más característico del periodo medieval.
• Palacio Ciampoli (siglo XV).
• Iglesia San Agostino, actual sede de la biblioteca municipal.
• Torre del Reloj, torre y fortaleza de los primeros habitantes.

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