domingo, 5 de abril de 2009


Por Mildred Rivera Marrero

El mar es el gran protagonista cuando de visitar islas se trata. Las sostiene en un azul siempre presente y las hermana, permitiendo que viajemos de unas a otras para disfrutar de sus bellezas distintivas. Así fue como disfruté de un recorrido en asno para subir a la paradisiaca isla de Santorini, en medio del mar Egeo y, 24 horas más tarde, el barco msZuiderdam -en el que viajaba- me llevó directo al lugar de origen de la “Cosa Nostra”, en Sicilia, Italia.
Ambas islas fascinantes, ambas con bellezas infinitas para ofrecer.
De ambiente muy mediterráneo, Santorini está sembrada de estructuras pintadas de blanco en su inmensa mayoría, entre las que destacan algunas cúpulas, puertas y ventanas de color azul celeste. Las calles estrechas y adoquinadas de su capital, Fira, me llevaron a conocer monumentos, tiendas, restaurantes y viviendas construidas al borde de los terrenos acantilados como si quisieran cubrir toda la corteza terrestres hasta besar el mar.
El ambiente cálido, la amabilidad de sus habitantes y lo exquisito de su gastronomía, caracterizada por productos frescos cosechados por los locales, son una parte importante de la experiencia turística. Mientras que el disfrute de sus playas y sus atardeceres también deben estar en primera lista de quien visita este territorio griego.
En un abrir y cerrar de ojos llegamos a Sicilia, la enigmática isla italiana cuya imagen de nido de mafiosos nos ha vendido desde Hollywood. Alejando ideas preconcebidas, es fácil descubrir que cuenta con una historia fascinante en la que se mezclan la herencia griega y romana, entre otras.
El volcán Etna, las ruinas del Teatro Grecorromano, las calles medievales y estructuras de la ciudad de Taormina, la Bahía de Naxos y el variopinto paisaje que se aprecia mientras se va de un lugar siciliano a otro son razones más que suficientes para querer regresar a Sicilia.

No hay comentarios: