domingo, 5 de abril de 2009

Santorini Grecia

GRECIA • MEDITERRÁNEO / Por Mildred Rivera Marrero

Santorini fue una vez el volcán activo Stongyle, pero una fuerte explosión ocurrida en 1628 (antes de Cristo) partió en varios pedazos el entonces terreno de forma redonda. Ese espacio que quedó abierto, con peñones dispersos como si fuera un rompecabezas sin armar, es lo que se conoce como la ‘Caldera’.
Al final de la Caldera llegamos al peñasco mayor, con cientos de casas blancas allá en lo alto, con alguna que otra cúpula color azul cielo que sobresalía del conjunto, que fuimos apreciando de manera más nítida a medida que nos acercábamos. Pronto, descifré la manera de subir al pueblo.
Se puede subir a pie, por una empinada jalda con 587 escalones, en un funicular o en el lomo de un burro. Sí, de un burro que, además, comparte la ruta con los peatones.
Inicialmente, lo pensé, pero descarté el burro y decidí hacer el recorrido a pie, ya que la fila para el funicular era interminable. Avancé en la línea que hacían aquellos que subirían a pie y cuando le pasé por el lado a los asnos, un hombre con los ojos expresivos, de manos toscas y de piel curtida por el sol, me tomó por la muñeca y fue tan insistente en que le diera la oportunidad al borrico que cuando me di cuenta ya estaba sentada en el lomo de uno de ellos. Aunque protesté e intenté bajarme, el hombre no lo permitió. Así que tuve que maniobrar como pude para buscar los 5 euros que me pedía por el viaje.
Una vez le di el dinero, dejó ir al animal, que comenzó a subir el camino de manera automática. No hay necesidad de guiarlo porque sube solo, incluso disminuye la velocidad antes de chocar contra otros borricos. Los que tienen que hacerse a un lado son los que suben o bajan a pie porque con esos no tienen mucha cortesía.
Una vez pasado el susto inicial, pude apreciar el hermoso paisaje y sólo lamenté no tener la valentía de soltar el mango de metal con el que me agarraba fuertemente a la silla de montar para tomar fotografías.
Al llegar a lo alto, el burro se detuvo solito. Se puso de cara a una pared y ahí otro hombre, hosco y malhumorado me ordenó bajarme y, con gestos y hablando en griego, me amenazó con echar a andar al burro colina abajo si no lo hacía rápido. A mí, sus amenazas me provocaron mucha risa, porque eso no era nada, después de haber llegado sana y salva.
Ese fue mi recibimiento en Santorini, un día caluroso, caluroso. Así fue como subí a Fira, la ciudad más poblada de Santorini, un área adoquinada, llena de tiendas, principalmente joyerías que exhiben cientos de piezas de oro.
Por las calles de Fira
Dejé atrás el mar de turistas que abarrotaban las estrechas calles y me dirigí a la Catedral Ortodoxa Metropolitana o Panagia Papandi. El edificio, blanco como la inmensa mayoría de las edificaciones, es uno rectangular rodeado de una fila de arcos y, en el techo, una cúpula que también tiene arcos a su alrededor. La blancura se pierde en el interior, donde los colores de los hermosos vitrales se confunden con los arcos pintados en colores y el impresionante interior de la cúpula adornada con pinturas de figuras cristianas. Las pinturas se hicieron durante la reconstrucción del lugar, posterior al terremoto de 1956.
Desde el exterior de la Catedral, la vista hacia la Caldera es impresionante. Mientras apreciaba la espectacular vista del Egeo desde allí, una puerta interrumpió el paisaje. Sí, una puerta empotrada en un marco que sólo tiene el piso como soporte y que está suspendida en la nada, ya que no hay ninguna estructura. La realidad es que es la entrada a un casa, restaurante u hotel que queda risco abajo. De esas encontré muchas otras en diversos puntos durante mi recorrido.
En Fira se puede visitar el Museo Arqueológico, que tiene esculturas desde la época de los Arcaicos hasta el periodo Romano, entre otros. También puede visitar el Museo Pre-Histórico, el centro cultural llamado ‘The Bellonias Foundation’, el Museo del Folclor y la Catedral Católica.
Yo decidí abordar una guagua hacia Oia, la ciudad ubicada en el noroeste de la Isla desde la cual se aprecian los más espectaculares atardeceres con tonos anaranjado, amarillo, y púrpura. Fui a buscar mi atardecer y a descubrir la que antaño se distinguió por ser el refugio de artistas y literatos. La guagua me costó cerca de $2 y en el camino pude ver sembrados melones, pepinillos, y tomates, entre otros, que se alternaban con áreas de vivienda y profundos riscos.
Unos 40 minutos más tarde, arribé a una plaza que me anunció un ambiente menos denso, con menos turistas. Las tiendas de joyería, en las que el material no se limita al oro y en las que hay creaciones de diseñadores reconocidos, se alternan con comercios que venden artesanías, y con las galerías.
Algunas galerías tienen trabajos exclusivos de artistas locales en medios que incluyen la pintura, la escultura y la serigrafía. En otras, las piezas se En Oia podrá ver y comprar en un ambiente más calmado que en Fira, la capital. Aquí, una de las tiendas que venden productos de cerámica.repiten, entre ellas esculturas y figuras hechas en cristal. La madera y el barro también son materiales muy utilizados para hacer las piezas. Replica y Oia Art Center fueron dos de las galerías en las que encontré piezas de artistas locales.
También visité la iglesia St. George, una pequeña estructura pintada de blanco, con una cúpula azul cielo. Adentro, las pinturas, las lámparas y los candelabros ocupan cada centímetro del lugar que, en ese momento, se preparaba para un funeral.
En busca de una buena foto y de saborear el trajín diario de los residentes, recorrí varias escaleras risco abajo y risco arriba que conectan casas y hoteles construidos al borde del peñasco.
Pasadas varias horas de caminar bajo el sol, merecía almorzar. Así que fui en busca de un restaurante. De todos los que había en la calle principal de Oia quería uno de precios módicos y con una buena vista. Escogí el Skala, aunque el Lotza, que estaba contiguo, también era una buena opción. Una copa del vino rojo de cosecha local Vinsanto acompañó un plato de arroz con vegetales y pulpo. Antes, el mesero me obsequió con un poco de “taramoealaza”, que describió como “caviar barato”. Son huevos de pescado mezclados con cebolla y aceite que se unta en el pan, como aperitivo.
Al finalizar el día, fui por mi atardecer y me dirigí al Castillo, la ruina de un antiguo y pequeño fuerte ubicado en uno de los extremos de Oia, el punto más famoso para disfrutar la puesta del sol. A un costado, unas estructuras en forma de molinos de viento, uno de los cuales alberga un restaurante, se mezclan con el semillero de blancas estructuras agarradas al risco. Del atardecer sólo vi un atisbo porque no podía esperar hasta las 8:30 p.m. ó 9:00 p.m. que es cuando cae el sol de verano. Pero, definitivamente ese debe ser el objetivo la próxima vez... ver la caída del sol de Santorini.Comentarios a mrivera1@elnuevodia.com
Otros pueblos de Santorini
• Akrotiri: Desde aquí puede caminar hasta la Playa Roja -que hace honor al color de la arena- o tomar un bote para llegar a la Playa Blanca -de aguas cristalinas y arena blanca.
• Perissa: Encontrará la playa más popular de Santorini y podrá admirar los remanentes del período bizantino en las Iglesia de Agia Irini, la Iglesia de Timios Stavros y el Museo de Minerales y Fósiles.
• Thira antigua: Podrá ver el Agora, el Santuario de Artemidoros, el templo de Dionisios, y el Santuario de Apolo Karneios, entre otros.
• Megalohouri: si es amante del vino, aquí encontrará los tres principales viñedos de la isla, Boutari, Antoniou y Gavala.
Si usted va
Llegamos a Santorini y a Sicilia como parte de la ruta del crucero msZuiderdam, que comienza en Venecia y culmina en Barcelona. La ruta incluye los puertos de Dubrovnik, Croacia; las islas griegas Corfú, Argostoli y Santorini; Sicilia, Nápoles, Civitavecchia y Livorno, en Italia. Para más información puede comunicarse con su agente de viajes o con First Class Services, al
(787) 722-8536.

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